lunes, 28 de octubre de 2013

La Uncion Sigue a La Obediencia

La Palabra de Dios en 2 de Corintios 4:8-9 dice: “...estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos”.

Cada cual ve lo que quiere ver. Un día, mi esposa me lo mostró de esta forma. Yo le dije: “Sonia, cierra la puerta, porque está mal cerrada”. Y ella me dijo: “No está mal cerrada, sino que está mal abierta”. Las cosas dependen de la forma en que tú las miras.



Tú decides ver cuánto te hace falta, o ver cuánto has avanzado. Lo que tú veas es una decisión. El apóstol Pablo decía: “Si bien es cierto que estoy atribulado, pero no estoy angustiado; estoy en apuros, pero no desesperado; en verdad me andan persiguiendo, pero Dios no me ha desamparado; y si bien es cierto, estoy derribado, pero no derrotado”.

¿Cuál es la diferencia entre sentirse derribado, pero no derrotado? La forma en que lo ves. Todos en nuestra vida sentimos más de alguna vez el sabor de fracaso, pero lo importante no es lo que nos haya ocurrido, sino lo que vamos a hacer al minuto siguiente.
La gente muchas veces acostumbra a pensar que de la noche a la mañana se alcanza el éxito o se es millonario. La mayor parte del tiempo, la gente tiende a pensar que el éxito puede conseguirse en hora y media; y en realidad, eso no es así, solamente ocurre en las películas. El éxito es cuestión de tiempo y de la actitud que tomemos entre el pasado y el presente. La diferencia entre derrotado y derribado es volverlo a intentarlo. Mientras te vuelvas a levantar en la pelea, sólo fuiste derribado, no derrotado.

Tú mismo determinas si eres derribado o eres derrotado. La diferencia la vas a marcar tú. Cuando te veas derrotado, no andes buscando la compasión de los demás, porque te sientes mejor rodeado de gente orando por ti. Eso es un triste consuelo nada más. Por esa razón, muchos cuando se sienten derrotados, empiezan a decir: “es que nadie me llamó”. En otras palabras, se sienten así porque no tienen gente que los acompañe. No digas: “Es que nadie estuvo conmigo en mis momentos difíciles”, eso es lo normal. No esperes a que alguien esté contigo, Dios siempre ha estado a tu lado, y eso es lo que cuenta.

La diferencia entre derribado y derrotado es que sí continúas. Hay gente que ha sido herida y ya se considera muerta. ¿Cuándo vas a tener la actitud de una persona de éxito? Jesús fue perseguido, lo maltrataron, pero no se dio por vencido. Él fue llevado a la cruz del calvario, y aunque hubo un momento en que quiso dejarlo todo, oró y continuó, tomó nuevas fuerzas y llegó a la cruz. ¿Por qué no imitamos al Señor en nuestra conducta y forma de vivir?

La actitud con que vivamos es muy importante porque determina las cosas que vamos a obtener. Cuando tienes una buena actitud, haces parecer más fáciles las cosas de lo que en realidad son.

La Palabra del Señor en Proverbios 24:16 dice: “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal.”

Los justos suelen ser derribados, pero vuelven a levantarse. Date por derribado, pero no por derrotado. Nadie te vence, es tu actitud la que te puede traer abajo. Debes decir: “Ya no aguanto, pero me levanto otra vez”.

No es sencillo encontrar el éxito muchas veces. El éxito es para todos, pero no lo alcanza “cualquiera”. Los “cualquiera” nunca alcanzan el éxito. Ahora bien, si tú te crees un “cualquiera”, ya sabes por qué no alcanzas el éxito.

Hasta que decidas creer un día que eres hijo de Dios, heredero con Cristo, la niña de los ojos de Dios, el consentido del Señor, hasta entonces, vas a alcanzar el éxito.

El fracaso comienza cuando uno se cree fracasado, y el éxito cuando uno se cree exitoso. El éxito lo consigues cuando crees que todo lo puedes con Dios.

En Filipenses 3:4 dice: “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne, yo mas: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.”

La Palabra de Dios es buena, pero es dura. El apóstol Pablo tenía muchas cosas de que gloriarse en su camino, y llegó el día que ese éxito que había alcanzado lo consideró total perdida, por conseguir otro mejor, que fue conocer a Cristo.

No conoces más a Dios porque no estás dispuesto a perder más. Por lo tanto, no te quejes porque haya otros que conozcan más al Señor, porque la única diferencia que hemos tenido es que hemos estado más dispuestos. El apóstol Pablo tenía mucho de qué gloriarse en la carne, y les contestaba así a aquellos que vivían en la carne.

En una ocasión me encontré con alguien que me criticó por lo que he logrado en mi vida y por lo que tengo. Entonces le respondí: “Soy profesional universitario graduado con honores, ¿tú has logrado eso? Yo soy empresario de éxito, ¿lo has hecho tú? Además soy ministro de Dios y Él me ha bendecido por eso, ¿eres tú un ministro?” Le seguí diciendo: “Constantemente hago lo bueno, me esfuerzo y le creo a Dios, no soy negligente y trabajo 7 días a la semana, ¿por cuál de todas esas cosas buenas y correctas me juzgas?” Así que concluí diciéndole: “Que vergüenza que no puedas empatar en una sola cosa de ellas”.

Eso es sólo un ejemplo de que yo también tengo de qué gloriarme en la carne, pero no es lo correcto. Pablo se podía gloriar de la carne, él podía decir: “soy judío de nacimiento, pertenezco a la tribu de Benjamín, y estudié a los pies de Gamaliel” pero, él dijo: “Todo eso lo considero una basura, lo considero perdido”.

La gente a veces ve como ganancia lo que yo ya consideré pérdida. Hay gente queriendo agarrar lo que otros ya soltaron. Pablo decía: “Ustedes quieren gloriarse en lo que yo como persona ya lo considere perdida”.

Ahora bien, quiero aplicar esto a tu vida en el Espíritu y a tu vida cotidiana. Tú no vas a crecer más en el Señor mientras sigas consintiendo el éxito y las ganancias que ya tienes. Hasta que no entiendas que hay más por ganar, nunca lo vas a conseguir. Hasta que no comprendas que debes dejar lo que es mediocre, no te vas a extender a algo mejor.

Nunca estimes como la mejor ganancia que puedes alcanzar tu estilo de vida actual, es decir, nunca te acomodes. En ese momento estás declarando tu fracaso. Nunca consideres tu éxito actual como lo mejor, porque eso es lo que te evita conseguir algo superior. Si crees que ya llegaste, no lo has alcanzado, tienes mucho por recorrer aún.

ganar dinero internet¿Estás dispuesto a perder lo que un día ganaste? Porque si no estás dispuesto a perder lo que ya ganaste, no vas a ganar más. Recuérdate del comerciante de perlas en la parábola que Jesús contó. Éste encontró una perla mucho mejor y fue a vender todo lo que tenía por comprarla. Lo mismo sucedió con el hombre que encontró enterrado un tesoro en una tierra, él fue y vendió todo lo que tenía para comprarla. Mientras que no estés dispuesto a perder algo, tampoco te vas a extender a ganar algo mejor. Considera la ganancia que puedes obtener por perderlo todo.

El problema que tienes es que quieres ganar, pero no estás dispuesto a perder para ganar. Si no estás dispuesto a perder, no te quejes luego de la vida. Eres tú quien no has estado dispuesto a perder tus horas de comodidad para ganar un título profesional, eres tú quien no ha querido correr el riesgo de invertir tu dinero. Si no corres los riesgos, no vas a obtener una ganancia un día para obtener más utilidades.

Viendo la serie Band of Brothers, acerca de la historia real de la Easy Company en la segunda guerra Mundial, observé una escena en la que un soldado estaba metido en la trinchera, escondido y temeroso. Y llegó su líder a decirle: “Hasta que no te consideres muerto, no vas a poder pelear y ser un soldado de éxito”. Más adelante, ese mismo hombre al que le dijeron eso, para levantar el ánimo de las tropas y cumplir así su misión, corrió solo al frente de todos atravesando las líneas enemigas; incluso, los demás sorprendidos al ver su valentía, no se atrevían a dispararle, porque nadie creía lo que estaba haciendo. Él hizo una proeza que los mismos enemigos admiraron.

Si no te arriesgas, no envidies la ganancia de los han ganado.

Los israelitas estaban haciendo ladrillos en Egipto, y no es que eso tenga algo malo, es un trabajo digno, pero está mal cuando podrías hacer algo más. Dios quería levantarlos a ellos como conquistadores. No está mal que seas un profesional universitario, pero estaría mal si podrías ser más. No está mal si eres un líder de célula, lo que está mal es que puedes ser líder de muchas células. Tienes que avanzar y apresurarte para alcanzar el éxito.

No está mal que seas enfermera, lo malo es que podrías ser doctora. No es nada malo que ganes un millón, lo malo es que puedes ganar otros cinco y te estás conformando con uno. Llenar tres servicios en la iglesia no es malo, pero ¿por qué no llenar cuatro? Salir en un programa en la televisión una vez a la semana no estaba mal para nuestro ministerio, pero lo que sí estaba mal era acomodarnos porque podíamos salir tres veces al día, todos los días de la semana.

A lo que quiero llegar con esto es que no estaba mal que los israelitas fueran ladrilleros en Egipto, lo malo era que ellos podían ser dueños de su propia tierra, pero la mente no los dejaba. Entre Egipto y la tierra prometida sólo estaba el desierto. Lo que estaba mal era seguir pensando como un ladrillero, porque pensando de esa manera, jamás serían millonarios en la tierra prometida.

¿Quién es la persona que te debe dar permiso para triunfar? Tú mismo. El primero que se tiene que dar permiso de triunfar eres tú. Si tu conciencia no es ministrada, te dice que no puedes hacerlo. No eres millonario porque crees que no puedes, y si piensas así, tienes razón, porque si no lo puedes creer, no lo vas a lograr. ¿Por qué no le dices a tu conciencia que te deje salir a delante? Es la conciencia la que te dice: “No puedes, no naciste para eso, mira el apellido que llevas, el barrio en que naciste, y el poco estudio que tienes.” Saca eso de ti. Ponle el nombre que quieras a ese triunfo o sueño que llevas dentro: puede ser buena familia, empresa o ministerio. El que se da un mejor grado de vida, ministerio y empresa eres tú mismo. Pero si no te sientes bien siéndolo, tú mismo tienes que ministrar tu conciencia para merecerlo. Cuando empezamos a hacer este templo en el cual nos congregamos, yo mismo me decía: “¿Yo aquí?” Ahora me pregunto: ¡¿Yo aquí?!, pero para hacer otro mejor.

Tú eres quien se da permiso para lograr el éxito. Pablo dijo: “Todo lo tengo por pérdida, por basura, por estiércol, para ganar”. Pero Pablo no pensaba en ganar sin perder. El problema que tienes es que quieres que tu empresa crezca más, pero no quieres invertir más, ni contratar más personas. Corre y esfuérzate por tener una empresa grande, que te dé ingresos y tiempo para tu familia y tu servicio a Dios. El período de transición entre pequeño a grande es difícil, pero debes seguir adelante, porque si avanzas, vas a obtener lo mejor. Pero si te acomodas a ser pequeño, nunca lo vas a obtener.

¿Quién tiene más tiempo para su familia, el que tiene una tienda en la esquina del barrio, o el que tiene una cadena de supermercados? Por supuesto que el dueño de la cadena de supermercados, él puede viajar con su familia 15 días a Estados Unidos, porque tiene el tiempo y el dinero, él no debe ocuparse de todo. Mientras que el pequeño no puede hacer lo mismo, porque si no abre ese día, no tiene ingresos para comer.

La Biblia en Números 11:4-5 dice: “Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos”.

¡Mira el recuerdo que los israelitas tenían de Egipto!, añoran los ajos y las cebollas. ¡Para bueno dijeran la langosta o el caviar!, en lugar de los ajos y pepinos. Dios no los quería más así, Él les decía: “Piensen en la leche y la miel que fluye en la tierra prometida”. Eran ellos los que decidían si volvían atrás, a los ajos, o seguían adelante hacia la leche y miel. Tú decides para dónde miras. Vas a tener que dejar tu comodidad, tu seguridad por avanzar a la tierra de las promesas. Tu seguridad es un gran riesgo. Mientras te estés arriesgando a avanzar, te vas a mantener seguro. Mientras quieras estar seguro, vas a correr grandes riesgos.

Y en el verso 6 dice: “Y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos”.

¿Qué tiene que ver el alma con los pepinos, los ajos y los puerros? Tú no dices que sientes bien tu alma por un ajo que te comiste, ni dices que sientes florecer tu alma por comerte un pepino. El maná no era el destino, sólo la provisión para llegar al destino. Cuando luchas por algo que Dios te ha dicho, pero en el camino encuentras muy poco, puedes decir: “Mi ingreso apenas me alcanza para un día”. Pero esa provisión, en lo que Dios está formando tu carácter, es lo que recibes mientras llegas a la tierra prometida. Es decir, come del maná y avanza un día más, porque allá adelante hay algo mejor. Una cosa es lo que comes y lo que miras, y otra lo que vives y esperas.

Aquellos tenían su alma aferrada a los ajos. ¿A qué se aferra tu alma? ¿Al salario mínimo? Déjalo ya, haz algo más productivo que eso, ¡avanza! El salario mínimo fue destinado para el que cree que no puede. La tierra de las promesas es para aquellos que sí creen. Haz algo mejor que eso, estudia, prepárate y avanza.

Si tu empresa te absorbe mucho tiempo, es porque todavía no eres grande. La única manera de salir de allí es expendiéndote a lo que está adelante. ¿Por qué ganas eso, si puedes ganar más? No es pecado tratar de ser mejor, no es pecado rechazar la miseria. Los israelitas estaban aferrados a Egipto, a su comodidad, a lo poco que tenían. Decían: “¿Para qué intentarlo? Muchos se han muerto en el desierto”. Por qué pensar así, si se puede ser mejor.

Hay muchos millonarios de tu edad, y aun menores que tú. Hay gente millonaria que probablemente nació más pobre que tú. ¿Te has preguntado por qué tú no eres uno de ellos? Averígualo y cambia.

En Filipenses 2: 5 dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. ¿Quieres tener la actitud de Jesucristo? En el verso 6 dice: “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre”.

Jesús lo logró porque no se aferró nunca a nada. ¿Sabes por qué no has logrado algo mejor? Porque estás aferrado a lo que tienes, quieres ganar sin perder. La Biblia dice que Jesús no estimó el ser igual a Dios para hacerse hombre y tener éxito.

¿Estás aferrado a muchas cosas? ¿Estás aferrado a la casa que te heredó tu abuelita y por eso no pones un negocio? Si tu abuelita viviera, ya te hubiera regañado por no hacerlo.

¿Cuánta gente se ha aferrado a lo que tiene y cuando lo quiere vender, ya no lo puede hacer? Mientras tengamos cosas a qué aferrarnos, no vamos a tener más éxito. La gente aferrada a sus creencias, piensa que las cosas no cambian, y el mundo ha dado vueltas más de lo que creen. Unos hombres tenían un negocio de venta de máquinas de escribir eléctricas, y pensaban que jamás se iban a dejar de vender. Cuando salieron al mercado las computadoras, les dijeron: “Dejen de vender máquinas eléctricas y vendan computadoras”. Ellos se dijeron que ese era el negocio que sabían hacer y en el cual habían entrenado a sus empleados. Ahora su personal no tiene trabajo porque toda la gente compra computadoras. Si tienes cosas que un día fueron ganancia y te aferras a ellas, puedes llegar a perder el éxito.


No te aferres a tu cultura, educación o profesión, eso no te va a llevar al cielo. De lo único que tienes que aferrarte es de nuestro Señor Jesús. ¿A qué te estás aferrando para no seguir a Jesús? No te aferres a nada, agárrate de Jesús. Si tú quieres recibir a Jesús en tu corazón y obtener la salvación como un regalo del cielo, rompe con el miedo ahora, atrévete a orar. Haz esta oración: “Señor Jesús, en este momento te abro mi corazón, perdona mis pecados y dame la vida eterna. Yo creo que eres mi Señor y mi Salvador y que desde hoy soy salvo por ti Señor Jesús”.

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